9 de febrero de 2008

Hoy, después de una larga carrera desde casa de Ramón hasta la estación, hemos entrado en el metro, sofocadas, sedientas y cansadas. Normalmente me fijo mucho en los metros, tengo cierta obsesión con ellos. Soy partidaria de un par de cambios en ellos, aun que el detalle de que en la línea cinco pongan música clásica durante algunos trayectos es bastante agradable, hoy ha tocado Mozart.
En esa misma línea como en la amarilla, se alternan metros nuevos y viejos, los metros viejos no me gustan, hacen mucho ruido y los asientos no son cómodos, pero por otro lado al haber 4 asientos dos y dos unos frente a otros para los grupos viene muy bien, al igual que para poner los pies en el hueco de los dos asientos que tienes enfrente.
El metro es un lugar triste donde nunca pasa nada emocionante, donde la gente va con caras largas, se amargan, lloran… el metro es un lugar de paso donde nunca se pondría una cafetería por que el negocio iría a pique, la gente entra, se transporta y sale, nadie recuerda el metro con especial cariño. Es un lugar lúgubre con una luz fría, poca o nada de alegría.
En algunas paradas han puesto maquinas para sacar comida y bebida, lo veo algo útil, aun que no cambie el estado de animo del personal…


Los metros nuevos son mucho más cómodos, tienen una estética muy simple, combinando los colores blanco, gris y amarillo, hay algún cartel pegado en las paredes donde no dice casi nada, aunque esta bien lo de prevenir el sida, no matar neuronas con el alcohol o dar información sobre enfermedades que tienen como síntomas el sudor salado (esto ultimo es verídico).


El metro es un lugar curioso, parte de la ciudad en el que la gente, a pesar de pasar por el casi cada día no se fija, odio y amo el metro como odio y amo a mi exnovio xD sin más comentarios.



PD: Las fotos de hoy si son mias

Y por ultimo lo más curioso del metro y lo que más me gusta... esos montoncitos de billetes que se crean en la salida, jejejeje, espero que os haya gustado la entrada.







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