7 de octubre de 2014

Sarpullidos.

A Lucía le pica la cabeza, no es que realmente le pique la cabeza, pero se la rasca. Luego se rasca la cara, las manos, los brazos, y bosteza, y se muerde la mejilla por dentro, y mira a su alrededor, y suspira, y se rasca. Está nerviosa. 

Él gira la esquina, sus ojos no tardan en toparse. Lucía deja de rascarse porque no quiere que él la vea nerviosa, se pone tiesa y levanta la barbilla. Quiere que crea que controla la situación, pero hace meses que no la controla. Hace meses que cuando quedan, a ella le tiemblan las piernas y se siente ansiosa por ello. Débil. Extraña. Lucía la del corazón de piedra, la que en vez de vivir sobrevive, está enamorada y eso la asusta.  No sabe en que polvo dejó de ser un polvo, ni cuando obtuvo el poder de hacer polvo su corazón.

 Y aun así no lo hace. 

Él la cuida como si no supiera que Lucía es de las que se cuidan solas. Le dice que la quiere sin tapujos, incluso cuando ella llega con ganas de pelea. Confía en ella y jamás la traicionaría. La desea, con cada poro de su piel, con cada terminación nerviosa, con cada palabra y gesto. La ama.

 Lucía  cree que sus rodillas son ahora de gelatina. Se siente como una niña y no puede dejar de pensar que le pica, le pica el alma de amor.

3 de febrero de 2014

Verdades como puños.

Ahora que el cajón vacío vuelve a estar lleno, que  entiendo en mi día a día eso de "donde habita el olvido". Que mis sábanas han dejado de estar frías para ser calentadas, y que nada, nada, nada huele a ti. Ahora te digo, que puedes quedarte con esos días en los que yo no merecía un rato, con los "te quiero" por costumbre, con la vulgaridad de nuestro amor, con todos esos tirayafloja. Con mis besos, con todos ellos, del primero al último, porque ambos te los di yo. Con mis "buenos días amor", con mis "buenas noches, cielo". Con todos los "para siempre" que ahora se han vuelto jamases. Con mis sonrisas, quédatelas, ya me inventaré unas nuevas. Con los regalos, con los orgasmos, con los susurros y los chistes malos. Con mi ignorancia y mi voz de niña. Con los planes de futuro que ahora podrás tener con otra. Con los celos, los míos y los tuyos. Con mi incertidumbre y tu (falsa) seguridad. Con el perro que no íbamos a tener y la casa que no me ibas a comprar. Con todas esas películas sangrientas que yo hubiese visto por tu insistencia y todos esos libros que te recomendé que nunca leerías. Con los segundos, minutos, horas y días que te he dedicado. Para ti,  ya no quiero nada de eso, ni las fotos que nos hicimos ni las que nos podríamos haber hecho. 


Pero sobre todo quédate con mi ilusión, porque la ilusión fue lo que me llevó hasta a ti y a ella tampoco la quiero.

25 de enero de 2014

Musas


Era jodidamente guapa, ni más ni menos, era una musa en medio de un supermercado. Poniendo sus manos sobre los productos que iba a coger, moviéndose por los pasillos de las neveras y los congeladores. Entre frutas, verduras y leches. Aquella chica era una diosa sin ser consciente de ello. 

Tenía una de esas melenas que piden a gritos que metas la mano dentro, una piel que recorrer con la punta de la nariz, y esos labios... Siempre he sido un poco idealista, siempre me ha gustado ver en lo poco el infinito, pero tampoco me pasa con cualquier cosa. Es cierto que camino por la vida esperando encontrar ese tipo de situaciones, situaciones como ella, de las que te llenan la cabeza de pájaros y te pierdes, de las que sabes que seguro que acaban estrellándote, de las que no te sientes merecedor pero que ojalá pudieras merecer. La quieres para ti desde el momento en el que la ves, y sabes que cuando se le caen las llaves del bolsillo y sigue andando dejándolas en el suelo, el destino te está mandando un mensaje "Coge esas putas llaves y dentro de tu vileza y egoísmo se su héroe hoy"

Y eso hice, dejé que pagara la compra con sus llaves en mi bolsillo, dejé que recorriera la calle de arriba abajo buscándolas mientras me fumaba un cigarro en un portal, y cuando se sentó en el bordillo de la acera y dijo "Joder, joder, joder..." supe que era mi momento, que era cuando yo entraba en escena. 

Caminé hacia ella  mientras me sacaba las llaves del bolsillo y tiraba el final del cigarro a la calzada. Me coloqué lo bastante cerca como para poder mirarla bien y saber que sí, que quería follármela en una cama con velas aromáticas y en el váter del peor tugurio, que quería tomar algo de lo que no era merecedor y de alguna forma mancillar cada poro de su piel. 

-Perdona, ¿Son tuyas?- Alcé las llaves, claro que eran suyas.- Creo que se te han caído en el supermercado.