24 de abril de 2013

I'm going to die alone.


Hoy voy a escribir para mi, lo necesito. A menudo se me olvida que la meta que persigo en esta vida no es gustarle a los demás, si no lograr gustarme a mi misma, es más, la mayor parte del tiempo que paso intentando gustar al resto, no me gusto nada yo.

La vida me parece como una cuesta hacia abajo. Hay quien tiene vidas empinadas y otros que prácticamente viven en la llanura. A veces la cuesta se pronuncia y otras veces aparece una escalera mecánica que te baja durante un tramo.

La verdad es que no creo que mi vida sea una pendiente pronunciada, diría que a menudo está llena de césped, flores y mariposas. Las cosas suelen salirme como espero, como todos tengo mis momentos, pero por lo general la cosa avanza sin sobresaltos. Se me da bien hacer muchas cosas, no tengo problemas económicos, mi salud (o no salud) no me incordia muy a menudo, puedo permitirme hacer cosas que me gustan, como viajar, ir al cine o pasearme los días que hace sol. Tengo amigos que me quieren, mi familia me apoya en las decisiones que tomo, y el seguro del móvil me cubre uno nuevo cada vez que me roban el mío (Que no han sido pocas veces). No tengo vicios insanos (Si no contamos las dioptrías que me está creando mi adicción al pc) y sonrío cada dos por tres sin mucho esfuerzo.

Pues bien, una vez revelado todo esto, diré que no sé ser feliz, que en algún punto de mi cuesta me tropecé y desde entonces la bajo rodando. Tengo tanto miedo de que me hagan daño, que me hago daño antes de tiempo para ir preparando el golpe.

Es verdad que hay cosas en la vida que no me han ido tan bien, no es que hayan sido terribles, pero si es cierto que de alguna forma me han trastocado, y ahora, aunque quiero creer que tengo derecho (¡Que me merezco!) cosas buenas, a la práctica no lo aplico. Soy una masoca emocional y cuando no son otros los que me hieren, soy yo misma la que lo provoca, podría frenar el descenso, pero no tengo ni idea de como hacerlo. A ratos me encuentro peleando contra algo que no existe, peleando contra mi misma y pensamientos negativos que no sé como detener.

Intento abstraerme reinventándome, me busco nuevos caminos cuando siento que la realidad puede conmigo. Pruebo cosas nuevas, cambio mi estilo o mi pelo, busco amigos distintos, me propongo metas diferentes, me compro billetes de avión o cato géneros literarios que no me he molestado en leer antes. Hago cada una de estas cosas esperando que al final daré con la que me haga feliz, absolutamente feliz y durante un tiempo funciona, pero a la larga o bien esas cosas ya no quieren quedarse conmigo, o por el contrario soy yo la que de nuevo regresa al punto de partida y se siente perdida en su propia vida. Quiero por encima de todas las cosas tener algo que no me haga sentir gris, pero cuando llevo un tiempo sintiéndome rosa, el rosa se vuelve oscuro y acabo volviendo al tono asfalto.

Me siento una caprichosa. Si en mi vida no hay ningún problema grave ¿Por qué me siento tan vacía? ¿Por qué la mayor parte del tiempo parece que todo carece de sentido? ¡No me falta un brazo! No se me ha muerto nunca nadie, no he tenido que pasar por un divorcio, no me han violado, no me muero de cáncer, no paso hambre, no soy alérgica al gluten... Me autocastigo constantemente, me exijo mucho y no cumplo nada, y me enfado conmigo misma por exigirme demasiado y también por no hacer nada de lo que me exijo. Creo que lo doy todo cuando probablemente no esté dando nada. Siempre quiero más de los demás aunque los demás me den todo lo que tienen, y a la vez no se aceptar las cosas que me dan porque me parece egoísta cogerlas “Seguro que alguien lo merece más que yo”. Parezco segura y serena, pero mi cabeza es una batidora sin tapa. Consigo controlarme la mayor parte del tiempo, pero hay días (Como hoy) que mi pesimismo me gana la ronda y a base de ideas absurdas y agotadoras me deja cao.

Me siento muy perdida y ya que estamos confesándonos diré que normalmente lo único que quiero es un abrazo, aunque lo que me merezca sea un capón.

Pienso demasiado y me salta constantemente el cortocircuito en forma de lágrimas, gritos o palabras, mi cerebro se ha convertido en un amilanado introvertido, y para compensar todo este desastre, está la mascara de la tipa dura que sabe que puede comerse el mundo y que de hecho lo hará. Pues bien, de ella hablaré poco, porque la verdad es que todo esto se la trae al pairo. Cuando todo es caótico sale y arrasa con lo que se le ponga por delante, me levanta del suelo, me da unos azotes y me dice “O caminas o camino” así que ambas, la blanda y la dura caminamos, la blanda como puede, la otra con mucho estilo. Y ese es mi día a día, sin saber muy bien quien soy, sin ningún tipo de constancia, sin ganas, sin abrazos, sin  un buen motivo para existir, y sobre todo, y por encima de todas las cosas, sin puñetera idea de que quiero ser de mayor.  



1 comentario:

Unknown dijo...

LA FELICIDAD no existe. Es sólo un invento del marketing. No te empeñes en buscarla: es como Dios. Hay quien cree en Él y quien no... todo es cuestión de fe. Para personas prácticas como nosotras, mejor disfrutar de "momentos felices". Esos sí que existen: los notas, los sientes... pero son tan efímeros... que apenas duran nada. Es lo que disfrutamos entre "vacío" y "vacio". Pero no nos martiricemos. Yo sigo las instrucciones del psicólogo: aunque no me apetezca, si me conviene, lo hago. Cuando coges el hábito, funciona... coger el hábito es lo difícil. Pero ante todo, una cosa que tengo CLARA, aunque me ha costado aprenderla es que lo primero soy yo, lo segundo soy yo, y lo tercero soy yo. No se trata de egoismo. Se trata de seguir la premisa de que quien me quiere, no me hace sufrir y por quien quiero lo doy todo. Pero ¡ojo! quien me decepciona o me hace daño reiteradamente, lo aparto de mi vida... sin rencor, pero sin vacilar... ¡no intento hacer que cambie! ¡asumo que que no quiero eso en mi vida, y listo! quien me quiere, me aporta siempre cosas que me hacen crecer... nunca, que me hagan sentir una mierda: más vale sola que mal acompañada. La soledad no es tan mala, aunque... es verdad que a veces... ¡cuanto se echa de menos un abrazo! Cuando se aprende a pedirlos, sin sentir debilidad, sin miedo al rechazo... es cuando re obtienen los mejores. nos engañamos pensando que los otros "sabrán" cuando necesito uno... Como dice la canción de Jarabe de Palo: "si salgo corriendo, tu me agarras por el cuello, y si no te escucho: ¡grita!. Te tiendo la mano, tu agarra todo el brazo, y si quieres más: ¡Grita!" ¡GRITA!