29 de noviembre de 2013

Trincheras Parte 2

Que te jodan, Claudia. 

Lo lee y se echa a llorar.

Acaba de notar como Lucía le desgarra el alma y se la zampa de un bocado, se siente Juno siendo devorada por su padre. Los dientes de Lucía se le clavan en la piel, le duelen los brazos, las piernas se vuelven pesadas, de piedra pasan a flan y se derrumba en el suelo en alguna calle vacía de la ciudad. Piensa que si hay un pozo emocional ella acaba de caer en él, que su jugada de la carta no ha salido bien, que no ha conseguido reblandecer el corazón de Lucía, que se ha quedado sola, con las ganas de amar oprimiéndole el pecho y sin nadie a quien escupirle todo ese amor. 

llora de impotencia, porque no sabe perder, porque nunca lo ha hecho, porque aunque otros hayan llegado con traiciones y  condescendencia, con negativas y torturas, nada duele más que ver la espalda de quien tenía tu alma, alejándose de ti porque ya no te aguanta. 

Claudia nunca ha querido a nadie de verdad, ha querido mucho, ha querido hasta perder todas las ganas, pero de verdad no. Claudia se ha querido mucho a si misma y en consecuencia ha querido sacrificándose, cree que así puede demostrar su amor. Claudia necesita ser una mártir para sentir que hace bien las cosas, pero cuando ya no puede dar más se le merma el ánimo y se desencanta. Tiene un alto listón que nadie puede saltar, ella sube y baja a la gente a su antojo dándole mayor o menor importancia, pero al final todos tienen la misma, ninguna, porque Claudia cuando llega la hora de dormir aunque llora por estar sola, llora por su propio dolor y no por el de los demás. A Claudia le han pegado mucho porque Claudia se ha dejado pegar, y con cada golpe que ha recibido el dolor ha sido menor y la insatisfacción mayor. Le gusta el drama, le gusta sufrir y sabe olvidar. Sabe cerrar los ojos y olvidar a las personas y quedarse con los hechos, sabe dejar de amar o de fingir que lo hacía, y cuando se dice a si misma "Ni una lágrima más" es ni una lagrima más. Sufre porque le gusta y cuando le apetece, corta el grifo del sufrir.

Pero ahora es distinto, acaba de perder a su otra mitad, acaba de ser desterrada, exiliada y da igual cuanto puedan quererle otros, cuanto se quiera a si misma, Lucía ya no la quiere y su vida acaba de perder el sentido.

Que me jodan, Lucía. 

Envía.

 Y busca en la agenda el teléfono de algún idiota que le de casa esa noche a cambio de abrirse de piernas. 



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