23 de febrero de 2013

Yo y él.

No siempre me trata bien, es huraño y ácido, no tiene miedo a hacerme daño a veces y suele huir cuando algo no le gusta, se enfada a menudo y no siempre tiene ganas de hablar, me esconde, me hace sentir pequeña, como una canica en su bolsillo. Me exaspera, trae con él una tormenta de ideas, me altera más que me calma, pero cuando lo hace todo es silencio, el mundo se esfuma, desaparece y los problemas parecen menos problemas y tengo ganas de sonreír, sonreír de verdad. La complicación surge cuando él se vuelve un dilema, cuando duele, cuando entra en esa capa hermética a la que yo no estoy invitada. 

La mayor parte del tiempo me muero de ganas por gritarle, no algo en especial, solo gritarle o pegarle con un almohadón en la cara ¡Idiota, más que idiota!¿¡Quieres abrazarme de una vez!? Pero ni yo le grito ni él me abraza y todo sigue estático, tampoco puede ser de otra forma, no lo ha podido ser nunca. 

Me gusta verle sonreír, sobre todo si la culpa es mía, me encanta oírle reír y adoro como me mira, daría un año de buen tiempo por enterrar la nariz en su cuello, aspirar con fuerza y ponerle pausa a la vida, al menos hasta que su olor se quedase bien grabado en mi cabeza. Quiero acariciarle, aprenderme cada centímetro de su cuerpo de memoria, quiero besarle, morderle, arañarle, lo quiero a mi lado, encima y debajo, lo quiero cerca muriéndose de risa y lleno de rabia. 

Quererle es como querer a un personaje de libro, delicioso pero imposible. Quererle a él es caminar sobre seguro, aunque escueza ni siquiera es un riesgo, es andar por la parte de la piscina que no cubre, no hay sorpresas, no reales, sabes que va a pasar y sabes que tiene fecha de caducidad por razones obvias, sabes que llegado el momento ninguno de los dos peleará por el otro, cada uno se queda en las páginas de su historia. Quererle es como aguantar la respiración en los momentos feos y llenarte los pulmones en los bonitos. Es vida.

Le busco en todas partes, en las palabras de otros, en cuerpos parecidos, en prendas de ropa, en sonrisas ajenas, en voces, en labios... Le encuentro en todas partes, en las noticias, en fotos, en canciones, en momentos del día que me hacen desear correr hasta él para contarle lo que acaba de pasar... Ahora todos se llaman como él, aunque ninguno lo hace realmente, será el mismo nombre pero cuando lo digo no suena igual, no retumba, no hay escalofríos.

Él es mis ganas de crear, mis noches de no dormir, mis silencios raros y mi tema recurrente. Mi mayor engaño, el siguiente paso tras la novela romántica y las películas de amor, todo lo que quiero que no me atrevo a  tener.

Mi nunca jamás.


2 comentarios:

Deimos. dijo...

Me limitaré a decir que me gusta como escribes. :-)

Aza dijo...

No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
Wendy se levantó y encendió la luz: él lanzó un grito de dolor...