18 de enero de 2011

Fuego

Hay días que da igual hacia donde gires la cara que te vas a llevar una bofetada, una fuerte y dolorosa que te hará llorar hasta que parezca que has metido la cabeza en agua de mar. Te llenas de mocos, saliva, te escueces los ojos y cuesta respirar, duelen los abdominales y tienes angustia... Esos días son muy desagradables, esos días me gustaría tener un bunker donde esconderme de las bombas que quieran tirarme.

Sin embargo hay otro tipo de días que odio más que los anteriores, los días en los que me quemo, me deshago de la pena, del malestar, del amor y me vuelvo un ser asquerosamente racional, que solo detesta, se enfada y gruñe, esos días ninguna bomba me revienta en las manos, esos días guardo la granadas en el saco para devolverlas más adelante, y así es como siento que me consumo, que aplasto al pequeño ser débil que hay en mi, le echo a un rincón y me pinto dos rayas negras en las mejillas con los dedos. Odio esos días, porque en esos días no te quiero. Pero da igual, porque a ti no te importa.

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