1 de julio de 2011

UP

Levantarse y andar. Me siento un poco tortuguita, quiero correr rápido para llegar tan lejos como pueda pero mis piernas no responden y si avanzo demasiado rápido me canso, será que no estoy entrenada a vivir solo a sobrevivir y para eso siempre he ido despacio.

Pasan las horas muy lentas, Claudia tiene calor ante el ordenador, no corre ni una pizca de aire aunque tenga el balcón abierto, hace rato que el silencio reina en la casa y apenas se escucha algún coche a lo lejos. Se ha quitado los cascos porque no le apetece seguir oyendo más música mediocre. Mira las conversaciones que tiene abiertas y decide cerrarlas, toda esa gente no le aporta nada esta noche de verano.
Se levanta, va al baño, a la cocina, abre la nevera bebé zumo de manzana y de vuelta ante el ordenador, pero al pasar ante la mesilla de la entrada ve las llaves, las coge, las mira unos segundos y al final se decide.
Sube los peldaños hasta la terraza con cierta pereza, le cuesta atinar con la llave en la puerta, pero al final logra abrir y una ligera brisa le acaricia la cara. Camina hasta el borde y mira hacia el horizonte. Entonces lo huele, el humo, el olor a cigarro, se gira sorprendida que no asustada y se encuentra con la mirada de Lucía, que apoyada contra una de las paredes se fuma su tercer cigarro, no parece muy tranquila, le tiemblan un poco las manos, respira de una manera descompasada y aunque Claudia no puede verlo tiene las mejillas y los ojos enrojecidos de llorar.
Deja caer la colilla al suelo y la pisa sin decir palabra, luego camina hasta Claudia y cuando la tiene a un paso le sujeta el cuello y la besa. Ese es el mejor beso que le han dado nunca, pero ahora si nota el sabor salado en las comisuras de ella.
Cierra los ojos, el resto de su cuerpo está inmóvil, está disfrutando de eso, no sabe que otra cosa mejor podría hacer. Cuando vuelve a abrirlos Lucía ya no está, pero los cigarros apagados siguen ahí, también el sabor a salado en su lengua...