
Hace mucho que no digo todo esto, que mis palabras se han perdido en la sopa de letras que me hace mi madre de vez en cuando; Ha desaparecido ese estado melancólico patético que si tenía hace un tiempo y extrañamente lo hecho a faltar, como ya dije en un texto, “Picarme mosquitos, picarme”. La psicóloga me preguntó si últimamente me sentía fría, se podría decir que si, como un hielo abandonado dentro del congelador, hace años que está ahí pero nadie lo saca…
Cuando estaba hundida en el pozo, mojada de arriba abajo, con las piernas llenas de sanguijuelas, la piel blanca y los labios morados, suplicaba como una niña pequeña que alguien abriese la persiana de mi oscura habitación para que entrara el sol y me calentara del frío que sentía mi cuerpo. Ahora parece que ruegue que alguien me empuje al vacío, al precipicio donde las olas chocan furiosas. Las rocas son afiladas y me cortaran si caigo sobre ellas, desgarrándome la piel, dejando mas marcas de las que ya tengo, y así poder llorar como los grifos estropeados que no dejan de gotear y pedir en voz alta y con gritos desesperados que alguien vuele hasta a mi, me saque de estas arenas movedizas y me lama las heridas sin taparme los ojos con una venda, para que así cuando esté curada sepa que clase de persona está a mi lado…
Es extraño, mucho, muchísimo, porque cada vez me lamento menos, cada vez me siento más y menos, más yo y menos persona, ocupo poco espacio, mi tiempo pasa rápido, los años, los meses, los días… son suspiros que se escapan veloces de mi boca, lo son todo y a la vez nada… como yo o como mis metáforas.
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